domingo, 25 de enero de 2009

Apunte #1

El martes pasado acordé con Don Esteban, un señor con casita de Madera y zinc y más de veinte jaulas de gallos de pelea a la orilla de la desembocadura del Río Grande de Loíza, volver el jueves, temprano en la mañana, para hablar sobre la historia del pueblo. Ese martes, nuestro primer encuentro, fue un tanto incómodo de parte y parte porque confieso haber llegado a su espacio sin preámbulos como invadiendo; además porque luego de haberle explicado sobre el proyecto puso cara de límite, inaccesible, y dijo que muchos habían pasado por allí, estudiantes de la universidad, que grababan, tiraban fotos y se iban con todo a otro lado y él nunca veía resultados. Igual, dijo que gente de Loíza había hecho lo mismo hablando de proyectos y arte que se quedaban en nada. Pero lo incómodo, en realidad, fue su mirada. La desconfianza con sello, generalizada, con la que muchos miran no creyendo que soy de aquí.

En los primeros días, cuando Loíza autobiográfico aún era un boceto y yo hacía tramites tratando de buscar colaboraciones o espacios de exposición, tuve que anteponer rutinariamente y todavía, “que soy de Loíza, que he vivido toda la vida aquí y que tengo un proyecto de arte de Loíza para Loíza, que me la he pasado haciendo cosas en San Juan pero siento que es hora ya de hacer cosas desde acá”. Y así mi explicación se vuelve un sonsonete sobre mis vínculos con el pueblo, un discurso introductorio sobre la pertenencia, que sólo busca romper el prejuicio, la mirada esa que es en sí un choque con el otro, la risa que siempre termina en un “Pero es que no pareces. Con ese hablar. Y además lo blanquito. ¿Toda la vida viviendo aquí y no se te ha pegado el acento? Pues no. Tienes que tomarte unas clasecitas, que eso es lo que nos distingue”. Entonces toca sonreir, por un momento sentirse diferente y blanco y extranjero, soltar las hojas de la convocatoria y volver a sonreir tratando de asegurar nuevos contactos.

El jueves fui a la casa de Don Esteban, rancho lindo dice él, aunque que no vive allí sino en el sector La Gallera. La casita, enclavada sobre el arenal con techo de zinc a dos aguas, tiene un patio increíble bajo árboles de mangle botón, almendros y palmas. Le pregunté si podía bajar las cámaras y dijo que sí. Cuando volví él ya sabía donde nos ubicaríamos. Yo en un tuco de palma. Él en una silla más alto que yo. Nos sentamos, prendí la cámara y empezamos a hablar. La verdad es que había más de 25 gallos alrededor de nosotros y no soy el gran técnico de audio. Apenas estrené mi cámara de video. Ahora, revisando, descubrí que en muchas partes todo lo que se oye son los gallos, un avión, los changos y un perro. Pero no importa. Un poco porque la cotidianidad aquí siempre tiene de fondo algo de gallos, perros, changos y aviones. Claro. Eso de día. De noche es otro cuento. El hecho es que Don Esteban fluyó y habló levemente sobre el Loíza de antes y el de ahora. Sobre el ancón, sobre el desarrollo, sobre el desaparecido esplendor de las fiestas en honor a Santiago Apóstol. Sobre Adolfina Villanueva, dijo que en cierta forma se lo buscó. Sobre la marginación dijo que aquí no había tal cosa.

Hoy prendí la tele y en un programa hablaban sobre el racismo tomando como base la subida de Obama a la presidencia de los Estados Unidos. El candidato a gobernador para las elecciones del 2008 por el Partido Puertorriqueños por Puerto Rico, Rogelio Figueroa, y la escritora y catedrática Mayra Santos-Fébres eran los integrantes del panel en uno de los segmentos. En el próximo segmento, apareció un reportaje sobre Loíza, por ser el pueblo más negro de Puerto Rico, en el que se abordaba el racismo, la marginación y el desarrollo; todo a partir de entrevistas a Loiceños, al alcalde y a una líder cultural-comunitaria. Al finalizar el reportaje uno de los reporteros le comenta a su compañera de noticias, a modo de observación: “No sé si te diste cuenta pero los Loiceños entrevistados hablan con cierta autolimitación. Incluso el alcalde dice que no que no hay tal cosa como racismo ni marginación. Tal vez, tiene algo que ver con diplomacia según su posición”, añadió. Su compañera asintió con la cabeza.

Siempre he creído que este pueblo tiende, hasta cierto punto, a la autolimitación pero también al autoencierro. Don Esteban dijo que en su principio Loíza fue gigante pero que luego el municipio de Río Grande le quitó tierras, y luego el de Canóvanas y luego Carolina. Que ahora han dejado a loíza en una esquina sin espacio para mucho y la gente lo resiente. Y quizás tenga razón. A veces también creo que es algo entre rabia y celo.

2 comentarios:

  1. Por ahi veo al Rara Avis, Juan Rosario, el Papa
    de Mision Industrial, habia algo contminado por Loiza?

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  2. Pues Juan Rosario, como ahora es legendario
    no contesta su correo electronico...Pero habria que preguntarle de sus visitas al numero catorce
    de la Calle Jimenez Cruz en Savarona, cuando se escuchaba a Palmieri o Barreto o Harlow, pero nunca al Gran Combo o la Sonora, sin saber exactamente por que, bajo los efectos de Paternina, Mateus o Chianti, que eran las bebidas
    de entonces ademas de crema de cacao con leche, y unos cuantos yerbos de los de Cultura Profetica y Bonga Yabari o como se llamen los pajaros estos que con tan buen sonido cantan
    en SPANISH.....

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